Castillo interior

                                                     Tránsito espiral (1962),Remedios  Varo                                           



Entremos...

Todos somos (co)propietarios de un castillo que no es de piedra, ni aire, ni naipes, ni de leyenda o cuento gótico. Carece de interés histórico y no es una quimera, sino un lugar tan íntimo que lo ignoramos: el alma. Un castillo como de diamante o cristal con muchos aposentos, según Teresa en el centro está el principal, donde sucede lo secreto. Ya lo dijo el profeta Isaías: «Es verdad: tú eres un Dios escondido».

La puerta para entrar al castillo es la oración. «El pez nada, la gacela corre y el hombre ora»1, es decir, teme y ama. La realidad es dentro y fuera, el exterior se impone, nos seduce y atrae con cantos de sirena, nos idiotiza y devora.  El castillo nos protege.

El alma es un lugar en alguien, unida al cuerpo cambia, dice Teresa:

«Parece que digo algún disparate; porque si este castillo es el ánima claro está que no hay para qué entrar, pues se es él mismo; como parecería desatino decir a uno que entrase en una pieza estando ya dentro. Mas habéis de entender que va mucho de estar a estar; que hay muchas almas que se están en la ronda del castillo que es donde están los que le guardan (…), hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí; porque ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas y bestias que están en el cerco del castillo, que ya casi está hecha como ellas, y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación no menos que con Dios»  (Moradas 1,1)2.

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(1)  Novalis.
(2)   De Las moradas o castillo interior , cap. 1  de «las moradas primeras». Escrito por Teresa de Ávila en 1577.

        CARMINIS

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