Thérèse de Lisieux


                                                            

Thomas Merton dijo que los santos no son objetos inanimados de contemplación, que 
se hacen nuestros amigos e influyen en nuestra vida, las gracias que recibimos por su intercesión es una forma de demostrarnos su afecto. (La montaña de los siete círculos, Ed. Sudamericana, pág.379).

A medida que mi fe es más viva también ellos lo son, y más que rezarles a ellos rezo con ellos. Hoy -1 de octubre- celebra su día una de mis mejores amigas: (santa) Thérèse. Pienso cuando la conocí, me resultó patética, cursi, infantil, de la rancia y decadente burguesía del XIX. Escribió poemas que califiqué malos; intenté leer su autobiografía Historia de un alma y no pasé de la tercera página. Con mi psicología (des)clasificatoria aplicaba bien las categorías humanas y mal la caridad. ¡¿Qué ha hecho para ser santa y mística?! Mi idea de santidad eran sacrificios y hazañas… No sabía del poder de la Gracia.  

Casualmente, o no, en su libro aburrido leí: «Jesús me instruye en secreto», me sorprendió que las dos pensáramos lo mismo.  Supe después que el Amor transformó su inmadurez enfermiza, fue dejarse amar y amarle como un ejercicio de crecimiento y superación personal: «¡Mi vocación es el amor…!». Su mística son emociones, sentimientos de una chica inocente pero no ingenua, que confía en Dios con una audacia sorprendente. Con la humildad y alegría de los que creen que el infinito es uncaminito para llegar a Dios y jugar con Él.   

    

«Dios es lo que saben los niños, no los adultos. Un adulto no tiene tiempo que perder dando de comer a los gorriones». Christian Bobin.
  
P. S. : Me ha enseñado el valor de la inocencia (yo confundía inocencia con inmadurez), y a cuidarla en mí y verla en los otros como algo precioso. Y frente al deseo humano de independencia me ha mostrado el poder de la dependencia –depender de Dios para vivir en verdadera libertad.

 CARMINIS

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