Domingo final del año litúrgico
Dice Ezequiel:
“Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro… y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones”. Y Dios mismo en persona, en la persona de su Hijo Jesús, vino a buscarnos hasta allí a donde nos perdimos y nos escapamos de Él los hombres.
Cuando hay personas que pasan hambre y sed y no tienen con qué protegerse, que han caído enfermas y no tienen atención, que han debido dejar sus casas y familias para emigrar al extranjero, cuando hay personas que ha tenido que ir a la cárcel..., es que nos hemos "perdido" los humanos. Y Jesús viene hasta allí donde nos perdimos. Sí, como buen pastor vino hasta allí donde nos perdimos y nos cargó sobre sus hombros.
Pero a todos cuantos le conocemos y le amamos hoy nos advierte que Él precisamente se identifica con los perdedores, con los víctimas de las injusticias humanas. Cuando somos las víctimas o nos identificamos con las víctimas, lo que nos dice Jesús hoy es una buena noticia consoladora. Cuando nos pilla acomodados e indiferentes con los que sufren hoy Jesús nos despierta del sueño y nos hace pensar con esta parábola del pastor que separa las ovejas de las cabras.
J. V. T.
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Imagen: El profeta Ezequiel, 1511, Miguel Ángel, (Vaticano, Capilla Sixtina).
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