Dos comentarios de la parábola de los talentos
Mt 25, 14-30
Ninguno de los empleados de la parábola se queda sin talentos de plata. Dios nos regala dones a todos: servicio, enseñanza, exhortación, dadivosidad, liderazgo, misericordia, etc., y no porque los merezcamos, sino porque nos ama. Lo importante no es el número de talentos que nos haya dado sino que saquemos rendimiento de ellos.
¿Cómo? Poniendo nuestras facultades al servicio del Señor, del prójimo, de la Iglesia. No seamos como el tercer siervo del evangelio que no produjo nada con su talento, estaba llamado a hacer un bien, aunque fuera pequeño, y no hizo nada. ¿Pereza? ¿Falta de interés?
En Santiago 4,17 leemos: “Pues el que sabe hacer el bien y no lo hace comete pecado”. Es el llamado pecado de omisión que es el resultado de no hacer algo que la Palabra de Dios enseña que debemos hacer, o sea, el bien que podemos hacer y no hacemos. No justifiquemos nuestra indiferencia diciendo: "eso no tiene que ver conmigo" o "yo no tengo la culpa". Desarrollemos los regalos que Dios nos hace y usémoslos para bien de todos, siguiendo las instrucciones que Él nos dio.
Maje
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Aquellas cosas que yo debo hacer, y que Dios espera que las haga, no las puede hacer nadie por mí.
Carmen B.
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Imagen: Parábola de los talentos, Willem de Pooter (1608–1668)
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