La casa preparada




En El libro de los abrazos cuenta Eduardo Galeano que en la isla de Vancouver los indios celebraban torneos para medir la grandeza de los guerreros. Competían destruyendo sus bienes. Arrojaban al fuego sus canoas y al mar sus mantas y sus vasijas. Vencía el que se despojaba de todo, el que se vencía a sí mismo.

Despojarse hasta de uno mismo y partir ligeros de equipaje como quiso hacerlo el poeta (A. Machado). La realidad no es un lugar para quedarse, pero tememos morir; «el miedo no viene propiamente de la muerte sino de la des-encarnación» escribió M. Zambrano. Abandonar el cuerpo y que el alma salga de su escondite; la realidad y el misterio se modifican mutuamente.

Desde dentro de nosotros Dios nos llama, nos saca del albergue terrestre, nos lleva a casa, la casa con una puerta abierta que nadie puede cerrar (cf. Ap 3,8), Jesús va delante: «No os inquietéis. Confiad en Dios y confiad también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos (…); ahora me voy a prepararos ese lugar y cuando vaya y os prepare el lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo esté estéis también vosotros» (Jn 14,1-3).  Y la vida sigue en otra parte.
                                                                          
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Jesús…
Por ti creo en la resurrección,
más que en la muerte.1
La resurrección es más fuerte que mi descreencia y se gana mi confianza

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(1)    De La voz a ti debida, Pedro Salinas.
Imagen: La cámara de los esposos, Andrea Mantegna (1431-1506). Palacio de Mantua (Italia).


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