Epifanía(s)


El día 1, en la primera de lectura de misa, se escuchó esta bendición, una semana después quiero recordarla como regalo de Reyes: «Habló Yahveh a Moisés y le dijo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: “Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis: Yahveh te bendiga y te guarde; ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio; Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz”. Que invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo les bendeciré» (Nm 6, 22-27).

«Ilumine su rostro sobre ti», es decir, sonría y «te muestre su rostro» sonriente. Su sonrisa supera su misterio, habla de afecto, perdón, esperanza, de su simpatía. Vino a la tierra a hacer algo serio -ni aburrido ni solemne-: la salvación. Sin perder la sonrisa.

En un poema (quinta Elegía del Duino) dice el poeta Rilke a un ángel que la guarde en una urna donde se guardan las medicinas, porque la sonrisa de Dios es curativa. Imaginarla es una bendición no simple una invención. Bendición como cuando hacemos la señal de la cruz y nos bendice con nuestras manos, también nos bendice con nuestra imaginación como una epifanía (acción de mostrarse, manifestarse).

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A la mañana siguiente de ‘La Epifanía del Señor’ el ángel despertó a los Magos para que no fuesen a ver a Herodes, y regresaran a sus reinos por otro camino. La estrella que guía espera en la cabecera de la cama. Nos espera. El sueño de los Reyes Magos del Maestro Gislebertus, capitel de la catedral de San Lázaro en Autun (Francia). Según la tradición cristiana san Lázaro fue el primer obispo de Marsella, martirizado en  época romana. Enterrado en Autun, Borgoña francesa, a él está dedicado su catedral del s. XII. 

carminis

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