José María Salaverri, marianista
In memoriam
San Lázaro da las gracias a la gran familia Marianista y, en especial, a aquellos que con sus donativos o con su entrega personal han colaborado con la Cáritas parroquial de San Lázaro. Los pobres les debemos mucho. En gratitud, publicamos en nuestro blog la última colaboración que publicó en Paraula su padre espiritual: el sacerdote José María Salaverri, que acaba de fallecer este comienzo de febrero de 2018. Un mes y medio antes de morir, es plenamente consciente de su ida al Padre, para contemplar a Dios en el rostro de Jesús, el Verbo encarnado, así de bien lo redacta por escrito, con la ayuda de una mujer poeta:
Me queda poco tiempo
con los ojos cerrados
para creer sin ver,
para ir caminando
a ciegas, deslumbrada
-en este mundo opaco-,
por tu Verbo encendido.
Amar, creer en anchos
horizontes sin fin.
¡Qué divino regalo
el de esta vida a oscuras
para vivirla amando!
No me abras los ojos
hay un cielo más claro
para los que tantean
con su fe entre las manos.
(Ernestina de Champourcin)
Caminando por mis 92 años, lo que uno espera es la visión final, el cara a cara con el Señor. ¡La realización de la última estrofa del adorote devote... revelata cernens facie! ¡Tu rostro por fin descubierto!
Pero..., según el cardenal Newman, los discípulos de Emaús pasaron del ver sin creer al creer sin ver..., en espera del definitivo cielo. El "creer sin ver" es nuestra situación habitual. Es hermoso, pero nuestra fe es tan débil y nos hemos acostumbrado tanto que nuestros sagrarios no están muy frecuentados.
No caemos en la cuenta que es hermoso caminar "a oscuras", "con la fe entre las manos", "tanteando", "deslumbrada / -en este mundo opaco- /, por tu Verbo encendido"... Esa luz del Señor que nos abre "a amar / creer en anchos / horizontes sin fin...".
Cuando al Cura de Ars le preguntaban qué haría si le demostraran que todo eso del Evangelio era un bonito cuento, falso, contestaba con sencillez: "Nunca me arrepentiré de haberme entregado al Amor". "...¡Qué divino regalo / el de esta vida a oscuras / para vivirla amando!".
con los ojos cerrados
para creer sin ver,
para ir caminando
a ciegas, deslumbrada
-en este mundo opaco-,
por tu Verbo encendido.
Amar, creer en anchos
horizontes sin fin.
¡Qué divino regalo
el de esta vida a oscuras
para vivirla amando!
No me abras los ojos
hay un cielo más claro
para los que tantean
con su fe entre las manos.
(Ernestina de Champourcin)
Caminando por mis 92 años, lo que uno espera es la visión final, el cara a cara con el Señor. ¡La realización de la última estrofa del adorote devote... revelata cernens facie! ¡Tu rostro por fin descubierto!
Pero..., según el cardenal Newman, los discípulos de Emaús pasaron del ver sin creer al creer sin ver..., en espera del definitivo cielo. El "creer sin ver" es nuestra situación habitual. Es hermoso, pero nuestra fe es tan débil y nos hemos acostumbrado tanto que nuestros sagrarios no están muy frecuentados.
No caemos en la cuenta que es hermoso caminar "a oscuras", "con la fe entre las manos", "tanteando", "deslumbrada / -en este mundo opaco- /, por tu Verbo encendido"... Esa luz del Señor que nos abre "a amar / creer en anchos / horizontes sin fin...".
Cuando al Cura de Ars le preguntaban qué haría si le demostraran que todo eso del Evangelio era un bonito cuento, falso, contestaba con sencillez: "Nunca me arrepentiré de haberme entregado al Amor". "...¡Qué divino regalo / el de esta vida a oscuras / para vivirla amando!".
José María Salaverri
Marianista
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