III Domingo de Cuaresma
(Jn 2, 13-25):
Avanzamos en la historia de la voluntad
de Dios de hacer familia con los seres humanos, y después de la alianza cósmica
y humana con Noé, después de la alianza por la vida y el futuro con Abrahán,
hoy viene la alianza con Moisés y el pueblo liberado de Egipto. Las bases
de esta alianza se estipulaban con los mandamientos del Sinaí, presencia
imperativa de un Dios que no nos quiere perder ni quiere que nos perdamos
deshumanizándonos.
Dios quiso ayudarnos con sus palabras,
sí, mandamientos, pero sólo nos prohíbe lo que está en la raíz de nuestra
deshumanización:
1.- Somos más humanos si no nos hacemos
Dios, si no hacemos de nada de este mundo nuestro ídolo, si adoramos sólo a
Dios, y reconocemos nuestra mayor dignidad en el ser "hijos de
Dios".
2.- Seremos más humanos si no
blasfemamos ni juramos en falso, ni pronunciamos el nombre de Dios para hacer lo
contrario al hombre y su vida, esa violencia sagrada que se ejerce contra la
realidad y contra el otro. Somos más humanos si nuestro sí, es sí, y
nuestro no, es no; y si aprendemos a aceptar y a construir desde las ruinas; si
bendecimos a Dios, a los hombres y a la creación, obra del amor de Dios.
3.- Nos humaniza el descanso semanal y
la celebración del Día del Señor, con nuestros hermanos de fe y esperanza, y si
ese día alentamos la vida en familia y servimos a la vida donde está amenazada,
como Jesús.
4.- Es señal de humanidad respetar y
cuidar de nuestros mayores; así como de los pequeños. Somos más humanos si
aprendemos a cuidar unos de otros y sobre todo de los próximos, aquellos lazos
familiares heredados o elegidos.
5.- Y así, el resto de mandamientos, que
se relacionan con nuestro prójimo: no sólo no matar, sino no despreciar ni
injuriar; (6) respetar nuestro cuerpo y el de los demás para expresar verdadero
amor y fecundidad de vida; (7) no sólo no robar sino compartir nuestros bienes
con los necesitados; cooperar al reequilibrio social en un sistema generador de
injusticia como el capitalismo; (8) no sólo no mentir sino decir y hacer la
verdad, tratando de ser auténticos y coherentes con nuestra fe humana y
cristiana; (9) no sólo controlar nuestros pensamientos y deseos sino pensar
bien de los demás y desear bien a los demás, sobre todo, orando por ellos; (10)
desear que el otro crezca aunque parezca que yo disminuyo, lo cual nunca es
así.
La Iglesia de Jesús sigue catequizando
con estos mandamientos leídos desde Jesús. Agradezcamos este servicio de la
Iglesia, gracias, porque nos humanizan y nos hacen mejores. Hoy Jesús en el
relato de la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén, realiza una
acción profética, que continuaba la crítica profética contra el culto vacío,
sin corazón, sin misericordia: Misericordia quiero y no sacrificios.
Humanización de la vida con el Maestro en humanidad, Dios hecho hombre.
J.V.T.
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Imagen: Moisés recibe las tablas de la Ley (1931), Marc Chagall.
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