Los fantasmas no comen
"Nosotros esperábamos...", que renovara
el viejo mundo que les oprimía. Y se frustraron sus expectativas políticas,
sociales, religiosas, lo único que consiguió fue su condena a muerte. Entonces Jesús
les habló de la Ley y los Profetas, lo que está escrito que tenía que suceder.
Le escuchaban y el corazón les ardía, porque en su corazón Él no había muerto.
Al partir y compartir el pan lo reconocieron. Mientras contaban lo sucedido a
los otros discípulos, se presentó de nuevo y les pidió algo de comer.
Los fantasmas no comen. Sin comida no
hay vida, la
vida se mantiene a través del don del alimento, recibimos cada día la vida
desde fuera en forma de comida, «tener
hambre es la cosa primera que se aprende»*. El hambre es una manera de matar. Él se vuelve alimento porque así es como
Dios ama al mundo y continuamente lo libera: a los excluidos de la Creación les
devuelve su lugar en la mesa; a los débiles los sienta cerca de Él; a los
oprimidos y hambrientos de justicia los sacia y festejan el gozo más que la
tragedia.
Aparece
escondido en un trozo de pan, creer es ser testigo de esto. La alegría no da
miedo.
carminis
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*«El hambre» en El hombre
acecha, Miguel Hernández.
Imagen: La
cesta de pan (1926), Dalí. Museo Dalí, Figueres (Girona).
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