Un Profeta llamado Juan (24 Junio 2018)
Las
Fallas de San José y las Hogueras de San Juan pertenecen a ritos de
religiosidad cósmica primitiva vinculados al fuego y a la primavera y al
solsticio de verano respectivamente. Solo es que se les hace coincidir con el
calendario de los santos del cristianismo. No está mal que los cristianos
participemos en estas fiestas sociales, y que la religiosidad primitiva de tanta
gente como mueven las Fallas y las Hogueras sea aprovechada para que muchos de
ellos escuchen, al menos una vez al año, algún mensaje u oración cristiana, y
vehiculen su religiosidad por medio de expresiones cristianas. Pero hemos de
tener muy claro que por estos medios no evangelizamos, no se hacen más
cristianos o más discípulos de Jesús. Si con ellos hiciéramos más cristianos,
más miembros de la Iglesia de Jesús, no recibirían el apoyo de las
instituciones y representantes políticos. Esto tiene un valor cultural y
tradicional, “folklórico”, en el mejor sentido de la palabra.
Por
eso, los cristianos, ante la fiesta de San Juan, el Bautista, hemos de mirar
hacia el Profeta que se esperaba en el pueblo de Israel para cuando Dios
intervendría e inauguraría un tiempo nuevo que manifestara el reinado de Dios y
su victoria sobre la injusticia, el pecado y la muerte. Esa esperanza la
alimentaron los antiguos profetas. Isaías, este domingo, al profeta que había
de venir le dice por boca de Dios: “Es poco que seas mi siervo para restablecer
las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago
luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la
tierra”. De Siervo para el trabajo de reunificación de Israel, pasará a ser Luz
de las naciones. Juan predicó a todo Israel un Bautismo de conversión a Dios
porque ya llegaba su reino. Sin embargo, no llegó como lo esperaban. Llegó
Jesús, y parecía que no pasaba nada, pero hubo unos signos que le identificaron como “El que había de venir”.
Entonces
descubre Juan que él no era la Luz de las naciones, por eso les dice a quienes
le escuchaban: “Yo no soy quien pensáis, pero mirad, viene uno detrás de mí, a
quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”. Cuando nació Juan de
Isabel y Zacarías, los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por
toda la montaña de Judea, y se decían: “¿Qué va a ser de este niño?”. Con él
llegaría el reinado de Dios al ceder el paso a Jesús, su misión sería la
de preparar los caminos al Señor. La misma misión que tiene un cristiano,
facilitar el encuentro de los hombres con Dios.
J.V.T.
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Imagen: Nit de la Cremà. Fallas de Valencia.
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