Comentari de l'Evangeli de hui



El Manament (Mc 12, 28b-34):

     No entenia la necessitat d'estimar, pensava que l'amor veritable era inassolible, més admirable que imitable. Vaig llegir a un científic1 que deia que estimar està en els nostres gens, és una herència, un instint, una capacitat que dóna sentit a la vida i valor per superar dificultats i pèrdues, prevé malalties, incrementa l'esperança de vida. Parlava de l'amor com a evolució, créixer en humanitat -biològica i espiritualment-. Vaig començar a entendre.
     Després llegí a una filòsofa: «El Dios creador creó el mundo por amor de la nada. Y todo el que lleva en sí una brizna de este amor, descubre algún día el vacío de las cosas y en ellas,  porque toda cosa y todo ser que conocemos aspira a más de lo que realmente es. Y el que ama se fija en esta aspiración, en esta realidad»2.  Vaig reconèixer-me en açò.
     Finalment vaig arribar a l'Evangeli: «Estimaràs al Senyor… Estimaràs al teu proïsme com a tu mateix». Un sacerdot va explicar-me: estimar els altres com Déu estima, t'estima, i que Déu no és només un ésser que estima i al que puc estimar, sinó el mateix Amor amb què puc estimar. Vaig entendre que tot el que havia llegit de l'amor es resumia en ‘el mateix Amor’. És la unió de la qual parlen els místics (separació és confusió i sofriment), també els poetes:
«Todos necesitamos alguna vez un cómplice
alguien que nos ayude a usar el corazón
 (…) prodigioso   sencillo   dueño de su silencio»3.

           L'única manera de saber-ho és la vivència. «Ama per veure» diu S. Agustí. 
                                                                       ***                              
     No entendía la necesidad de amar, pensaba que el amor verdadero era inalcanzable, más admirable que imitable. Leí a un científico1 que decía que estimar está en nuestros genes, es una herencia, un instinto, una capacidad que da sentido a la vida y valor para superar dificultades y pérdidas, previene enfermedades, incrementa la esperanza de vida. Hablaba del amor como evolución, crecer en humanidad -biológica y espiritualmente-. Empecé a entender. 
    Después leí a una filósofa: «El Dios creador creó el mundo por amor de la nada. Y todo el que lleva en sí una brizna de este amor, descubre algún día el vacío de las cosas y en ellas,  porque toda cosa y todo ser que conocemos aspira a más de lo que realmente es. Y el que ama se fija en esta aspiración, en esta realidad»2. Me reconocí en esto. 
     Finalmente llegué al Evangelio: «Estimarás al Señor… Estimarás a tu prójimo como ti mismo». Un sacerdote me explicó: estimar los otros como Dios ama, te ama, y que Dios no es solo un ser que ama y al que puedo amar, sino el mismo Amor con que puedo amar. Entendí que todo el que había leído del amor se resumía en ‘el mismo Amor’. Es la unión de la cual hablan los místicos (separación es confusión y sufrimiento), también los poetas:
«Todos necesitamos alguna vez un cómplice
alguien que nos ayude a usar el corazón
 (…) prodigioso   sencillo   dueño de su silencio»3.
La única manera de saberlo es la vivencia. . «Ama para ver» dice S. Agustín.

carminis

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1 El gen de Dios, Dean Hammer. Ed. La esfera de los libros (2006).
2 El hombre y lo divino, María Zambrano. FCE (2007), p. 273.
3 Mario Benedetti.

Imatge: Sant Agustí, Philippe de Champaigne (1645-50).

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