Cuaresma y ejemplaridad


Los que hemos nacido y crecido en la Iglesia Católica asociamos la Cuaresma a la abstinencia de comer carne los viernes y a la penitencia o conversión por medio del Sacramento de la Reconciliación. Llevamos años, y especialmente los últimos meses, que hablamos de la purificación que está sufriendo la Iglesia Católica con los escándalos de sus ministros o fieles, que salen a la luz. Sí, todo un sistema de doble vida o de secretos bien guardados sobre culpas manifiestas de una institución explotan a la luz del día. No nos habíamos callado ante los males y culpas de los otros. Pero las nuestras las disculpábamos o justificábamos. Ahora vemos culpas que no tienen ninguna justificación. Como Iglesia entramos en una etapa de purificación y examen de conciencia, de reforma y de conversión, desde los fieles a cuantos les presiden desde el ministerio ordenado. Hemos sido más laxos en temas económicos y sociales. En cambio, la rigidez como a veces hemos presentado la moral sexual no la hemos aplicado tanto a nosotros y nos disculpábamos confesándonos y ya está. Ahora la vergüenza propia o ajena nos invade.

Cuaresma es un tiempo de gracia, es el tiempo favorable, el tiempo en que Dios nos muestra su rostro misericordioso y nos alcanza su perdón. Pero es tiempo para una verdadera conversión y propósito de enmienda. Hoy se nos pide ejemplaridad, coherencia con lo que predicamos o creemos, y hemos de cambiar la ley del embudo para ser más misericordiosos con los otros pero más exigentes con nosotros; o al menos, ver con San Pablo que todos pecaron, que todos hemos pecado y necesitamos de la gracia o la justificación de Dios. Por ser católicos, por ser religiosos o sacerdotes, por ser obispos no somos santos. Dios nos quiere y nos necesita como testigos suyos en el mundo y por eso nos consagró para Él desde nuestro bautismo, confirmación y resto de sacramentos y votos. Pero nos quiere santos como él es santo. Hemos de dar ejemplo. Y si no podemos, debemos ser muy humildes y pedir nuestra conversión. Y recordemos las palabras de Jesús: "Cuidado con la levadura de los Fariseos, que es la hipocresía, pues nada hay encubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse" (Lc 12,1-2).

J.V.T.

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Jesús, el Salvador, Benedetto Rusconi -il Diana- (1460-1525). National Gallery, Londres.

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