Misterio Pascual


Jesús nos entregó su Espíritu, la Vida resucitada y eterna, nos redimió de una vida siempre amenazada por sus límites, por el pecado de los hombres y por la muerte natural o violenta... El ser humano, en su fragilidad, es de una gran dignidad; no está adecuado a sus límites, no se adecua al pecado que lo hace indigno, ni se adecua al tener que morir, porque lleva semillas de eternidad, puede ser eterno. Espíritu, Vida, Redención, Resurrección, Amor indestructible, estos son los dones que nos llenan y nos hacen vivir. No nos contentemos con menos.
            Y para regalarnos con ellos vino Jesús, el Hijo de Dios, como uno de nosotros. Y, siendo Él la Vida, se auto-limitó para hacerse semejante a nosotros, asumió vivir como uno de nosotros, una vida amenazada; y se encontró con los límites, la enfermedad, la marginación social, el rechazo egoísta e insolidario; al fin, se encontró con una muerte violenta, víctima de una gran injusticia. Lleno del Espíritu de Dios tuvo que combatir contra “los espíritus de este mundo”, contra los poderes de este mundo que se han enseñoreado de él, no permitiendo la vida de tantos y tantos seres humanos.
            Pero Dios es mayor que nuestros poderes y dominios, mayor que nuestros imperialismos y poderes totalitarios, mayor que nuestra voluntad de poder, porque puede hacerse impotente, indefenso, desarmarnos, descubrir la mentira en que se basa tanto poder. Dios resucitó a Jesús mediante su Amor, mediante su Santo Espíritu, y le dio un nombre sobre todo nombre; para que no adoremos en este mundo más que a Dios, el único que puede llevar el título de “nuestro Señor”, porque no ha querido ser más que “nuestro Servidor”. Dejemos que Dios sea Dios y nada más, ni nadie más de este mundo. Nos irá mejor. Será Dios, Padre nuestro, el Padre de su Hijo encarnado en su Humanidad hoy resucitada, y el que nos comunica su Espíritu Santo, Dios hecho “donación”, auto-donación,  en diálogo íntimo con nuestro espíritu. Santísima comunión trinitaria divina a la que somos incorporados.
                Conclusión: somos redimibles, nuestra vida es valiosa porque es redimible, la mía, la tuya, las otras y hasta las más prescindibles a los ojos de los poderosos de este mundo. Esta vida concreta que elegimos o no elegimos pero que es la nuestra, la real, nuestro mayor tesoro, será vida eterna, es vida indestructible más allá de toda muerte, y ya desde ahora. Nos salvamos y estamos ya salvados por la fe en el Resucitado crucificado, no por las obras de las que podamos presumir, sino por la misericordia infinita de Dios. No sólo no nos rechaza, sino que nos sostiene cuando estamos en el exilio de nuestro mundo o en los mundos donde nos perdemos o hacia los que emigramos. Y nos rescata para Él y para los hermanos. Dios, la Vida, dador de vida indestructible, capaz de resucitarnos y hacer justicia a nuestra vida. Es lo que profundamente anhelamos.  
             
J.V.T.  

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Exodus (1952-1966), Marc Chagall. Museo Nacional Marc Chagall, Niza (Francia).


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