La humildad


Lc 14, 1.7-14
Cuenta una historia -no sé si cierta- que Einstein advirtió a un profesor que el frío, la oscuridad, el mal no existen, solo son la ausencia de calor, de luz, de Dios. Quizás si le preguntase  a Jesús: ¿qué son soberbia, vanidad, orgullo, prepotencia?,  me respondería que la ausencia de humildad y de Dios. Ser humilde no es creerse menos que nadie ni tampoco más. ¿Qué es realmente? Santa Teresa dijo: «Humildad es andar en verdad». ‘Andar en verdad’ debe ser como conocerse a sí mismo vivir sabiendo lo que somos: pobre y pequeña gente, claro que con las máximas posibilidades, de esto se encargan el Espíritu y la humildad. 

A lo largo del Evangelio Jesús insiste en cambiar «lo normal» (lo que consideramos normal), y frente a una actitud de apropiación que deshumaniza está la gratuidad: hacer y dar sin esperar nada a cambio. Ser humildes nos hace desinteresados y libres.

No entiendo ese pago del que habla «cuando la resurrección de los justos», se me ocurre pensar en Etty Hillesum que hizo del desprendimiento una manera de ser y ser libre. Aprender de ella parece una suerte de resurrección: «Quisiera vivir muchos años, para poder explicarlo posteriormente. Mas si no se me concede este deseo, otro lo hará, otro continuará viviendo mi vida, desde donde terminó».

J.V.T. i carminis


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Imagen: Black cross with stars & blue (1929), Georgia o’Keeffe.

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