Aprender a vivir los finales
Lc 21,5-19:
En todo tiempo, en todas las generaciones, encontraremos señales que alarman a los hombres, dejándoles la sensación de estar ante un final catastrófico. Una imagen que sigue impresionándonos es la de los incendios imparables como los de California o Australia, y hasta algunos de los que han sucedido en nuestro país. Igualmente pasa con los vientos y aguas de los huracanes o tsunamis en que se lo lleva todo y sepultan pueblos y gentes. También los terremotos o los volcanes en erupción cuya lava sepulta territorios, pueblos y gentes. Por último, hay que evocar las guerras mortíferas que con los medios actuales siempre tienen efectos no deseados, como eliminar pueblos y personas civiles, no directamente implicados en la guerra.
Jesús nos dice: esto no es el final. Dejad la inquietud por si habrá un final del mundo y cuándo será. Más bien mirad vuestras vidas cómo transcurren. Y que nadie os engañe con el tema del final del mundo o el castigo en manos de un poder divino o demoníaco. Que nadie os engañe si viene gritando “yo soy… vuestro salvador o el mesías”, o “yo soy… el anticristo, el diablo o el Leviatán”. No le creáis.
Jesús no vino con amenazas, sino que siempre invitaba a tomar la vida presente en serio y consecuentes con el amor de Dios que deseaba que alcanzara a nuestros prójimos y a cada uno. Sólo añade que, ante las dificultades o sufrimientos que nos toque vivir, nos pueden servir como ocasión para dar testimonio de vuestra fe y solidaridad con las víctimas.
Jesús nos dice: esto no es el final. Dejad la inquietud por si habrá un final del mundo y cuándo será. Más bien mirad vuestras vidas cómo transcurren. Y que nadie os engañe con el tema del final del mundo o el castigo en manos de un poder divino o demoníaco. Que nadie os engañe si viene gritando “yo soy… vuestro salvador o el mesías”, o “yo soy… el anticristo, el diablo o el Leviatán”. No le creáis.
Jesús no vino con amenazas, sino que siempre invitaba a tomar la vida presente en serio y consecuentes con el amor de Dios que deseaba que alcanzara a nuestros prójimos y a cada uno. Sólo añade que, ante las dificultades o sufrimientos que nos toque vivir, nos pueden servir como ocasión para dar testimonio de vuestra fe y solidaridad con las víctimas.
Y que si alguna vez nos toca comparecer ante jueces o gobernadores por causa de nuestra fe y nuestra justicia, no nos hundamos, ni tengamos que preparar nuestra defensa, porque su Espíritu nos dará palabras y sabiduría. Y si no nos había quedado claro, acaba diciéndonos que ni un cabello de vuestra cabeza perecerá, porque tenemos al Padre del cielo que nos cuida, y con nuestra perseverancia salvaremos nuestras vidas. Entonces, ¿por qué nos habla estos días Jesús de que estemos preparados y en vela, ante signos que nos evoquen nuestro posible final o el final del mundo? Porque es algo a lo que se enfrentan los hombres de todos los tiempos, y porque para cada uno de nosotros nuestro final es la propia muerte. Por eso nos advierte para que vivamos “nuestro tiempo presente” con pleno sentido en fe, esperanza y caridad, y dejemos en manos de Dios aquello que nos supera. Si hay un final o no de este mundo y cómo y cuándo, eso pertenece a Dios, a nosotros nos supera y no nos hace bien discutir sobre eso.
J.V.T.
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Imagen: John Martin, pintor de la Apocalipsis, (1789-1854).
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