Hijos de la resurrección
Hijos de la resurrección
(Lc 20, 27-38)
Nuestro instinto es permanecer aquí, por eso la muerte parece terrible y opuesta en la vida. Que moriremos es cierto, también que resucitaremos, que no sepamos qué es la resurrección no significa que no sea cierta. Es una promesa de Dios, y a pesar que no pueda saber qué es resucitar para la Vida, ni ser juzgado para ser digno de ella, sí sé que es confiar. Confiar forma parte del amor, mi futuro -en el tiempo o fuera de él- y mi presente los pongo en sus manos.
Me gustaría explicar a mi madre octogenaria que morir es el final adecuado para nuestra vida terrenal, no es nada que tengamos que temer, ni de la cual Dios tiene que librarnos. Le digo que si no le preocupa lo que era antes de nacer, no tendría que preocuparse del que le sucederá después de morir, éramos y continuaremos siendo parte de la Vida; lo que siempre nos ha sostenido continua haciéndolo. Y no pasa nada si no cree en Dios, Él sí cree en ella.
Con todo, la vida ordinaria es el espacio del misterio y del Evangelio, entregarla es confiar y entender a Jesús.
Nuestro instinto es permanecer aquí, por eso la muerte parece terrible y opuesta en la vida. Que moriremos es cierto, también que resucitaremos, que no sepamos qué es la resurrección no significa que no sea cierta. Es una promesa de Dios, y a pesar que no pueda saber qué es resucitar para la Vida, ni ser juzgado para ser digno de ella, sí sé que es confiar. Confiar forma parte del amor, mi futuro -en el tiempo o fuera de él- y mi presente los pongo en sus manos.
Me gustaría explicar a mi madre octogenaria que morir es el final adecuado para nuestra vida terrenal, no es nada que tengamos que temer, ni de la cual Dios tiene que librarnos. Le digo que si no le preocupa lo que era antes de nacer, no tendría que preocuparse del que le sucederá después de morir, éramos y continuaremos siendo parte de la Vida; lo que siempre nos ha sostenido continua haciéndolo. Y no pasa nada si no cree en Dios, Él sí cree en ella.
Con todo, la vida ordinaria es el espacio del misterio y del Evangelio, entregarla es confiar y entender a Jesús.
El nostre instint és romandre ací, per això la mort sembla terrible i oposada a la vida. Que morirem és cert, també que ressuscitarem, que no sapiem què és la resurrecció no significa que no siga certa. És una promesa de Déu, i mal que no puga saber quina cosa és ressuscitar per a la Vida, ni ser jutjat per a ser digne d'ella, sí sé que és confiar. Confiar forma part de l’amor, el meu futur -en el temps o fora d’ell- i el meu present els pose en les seues mans.
Voldria explicar a la meua mare octogenària que morir és el final adequat per a la nostra vida terrenal, no és cap cosa que hàgem de témer, ni de la qual Déu ha de lliurar-nos. Li dic que si no li preocupa què era abans de nàixer, no hauria de preocupar-se del que li succeirà després de morir, érem i continuarem sent part de la Vida, això que sempre ens ha sostingut contínua fent-ho. I no passa res si no creu en Déu, Ell sí creu en ella.
Amb tot, la vida ordinària és l'espai del misteri i de l'Evangeli, lliurar-la és confiar en Jesús i entendre'l.
carminis
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