La Anunciación explicada a mi hijo

Soy María de Nazaret, un pueblecito de Galilea al norte de Israel. Soy la madre de Jesús, a quien consideras un personaje mítico del pasado, y la mujer de san José, tengo entendido que para tu madre es tu santo tutor. Dices que por qué me llaman “la Virgen” si tuve marido e hijo, todo empezó cuando Dios envió al ángel Gabriel, no fue solo un encuentro extraño, se trataba de pedirme un difícil compromiso: un hijo, cómo -le pregunté- si soy virgen. Me respondió algo que no entendí porque no es del mundo que ahora habitas. Es un riesgo interpretarlo, que la mentalidad dominante distorsione el mensaje y no se comprenda lo que fue, el sentido de mi virginidad que dice más de mi humildad y obediencia que de mi cuerpo. Mi obediencia abraza a la desobediencia de Eva, ya sabes la historia del paraíso.

¿Embarazada? Sentí miedo, no estaba aún casada. Solo era una chica judía que confiaba en Dios absolutamente, por eso di mi consentimiento, que todo fuere como decía. Todos somos siervos delante del Señor que no de los hombres, servirle es algo entre la realidad y tú, te relaciona con los otros y las cosas: amar. Si amas es como si Dios amase a la humanidad través de ti, si desprecias parece que Dios lo haga a través de ti, eso es traicionarle. Si sufres, Él sufre en ti. Dices que no crees en Él, pero Él sí cree en ti y participas de su naturaleza: tu deseo de amar.  

Después, el ángel se fue a llevar mi SÍ al Señor. Ese día comenzó lo que tu madre trata de explicarte, no con mucho éxito, sobre el Evangelio. Te ha dicho que yo también soy tu madre.
(cfLc 1,26-38)

carminis

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Imagen: Mujer pensativa, Arthur Gaskin (1862-1928).



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