Otro cuento de Navidad

Fiesta del asombro

Creo que te debo un cuento, no para que te duermas como cuando eras niño, sino para que despiertes y vuelvas a serlo. Un cuento que habla de ti y de mí y de la gente, de Dios y del asombro.

Érase una vez y una vez al año, una historia sobrenatural que cuenta el hecho más importante de la historia humana: el nacimiento de Dios en un pueblo del tiempo, dejó su eternidad, Dios quiso tener un cuerpo humano. Para entenderlo has de ser como un niño, los niños no necesitan más explicación que celebrarlo. Quizás deberíamos ser como niños para comprender de qué va la vida y celebrarla.

Recuerdo que me preguntaste enfadado por qué lo hacemos, cuando descubriste quiénes eran los Reyes Magos; muchos años después, creo poder responderte que, en realidad, se hace para cuidar del asombro, y es una gran responsabilidad que lo hagamos generación tras generación. Dicen que asombrarse es propio de las personas, porque tiene que haber algo que se mantenga en nuestro ser; si no fuese así, hace mucho que no existiría la esperanza. El asombro no está en otra parte que no sea uno mismo, el exterior solo lo recuerda: ¿cómo no me había asombrado todavía de esto? Deseamos compartirnos cada nuevo asombro. Pienso que sin él la fuerza de Dios se desvanece en la tierra; te preguntarás cuál es la fuerza de Dios que trae el asombro, pues la esperanza.  

Déjame que te diga que es asombroso lo unidos que estamos a Él, aunque no  creáis, lo ignoréis y no os importe, a pesar de las atrocidades que se cometen en el mundo, has de saber que no hay fuerza suficiente que nos separe (ves lo que significa realmente amor). Por eso, colorín colorado esta historia no tiene final, no ha terminado. Es eterna.

carminis

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Imagen: Alexey Kondakov.

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