¿Está o no está?
Jn 4,5-42:
La pregunta que recorre toda la biblia sale
este domingo: ¿Está o no está el Señor entre nosotros? Los hebreos han salido
del Egipto de la esclavitud, pero el desierto se hace largo y experimentan la
necesidad tan humana de agua. Les cuesta resistir en esas condiciones y aparece
la duda y la queja contra Dios: ¿Por qué nos sacaste de Egipto…? Dios no falla
y responde con su fidelidad.
La
pregunta ¿está o no está Dios…?, fue respondida con Jesús: “Emmanuel,
Dios-con-nosotros”; y por Jesús: “Yo estaré con vosotros hasta la consumación
del mundo”. Pablo lo aprendió bien: “Cuando nosotros estábamos aún sin fuerza,
en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos [que éramos nosotros];
ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal
vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que,
siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros”. Dios no solo no
falla, sino que responde más allá de nuestros merecimientos.
La
necesidad del agua es real y cada vez más acuciante con el cambio climático que
estamos acusando. Nos estamos tomando en serio el no malgastar el agua escasa.
Pero Jesús nos advierte, siendo esta agua tan necesaria, caed en la cuenta de
que el que bebe de esta agua vuelve a tener sed. En cambio, Jesús nos da a
conocer que hay un agua inagotable y que sacia la sed más profunda del ser
humano como la sed de justicia y verdad. Esta sed nos la despierta el mundo en
que vivimos, en el que abunda tanto la injusticia y la falta de verdad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia y verdad. Jesús se nos
ofrece en persona: será el agua viva que calmará esta sed porque nos revela una
justicia mayor y una verdad mejor, que la disponible en nuestras sociedades.
Pero
también es verdad que cuando se calma nuestra sed y miramos hacia Jesús, éste
despierta de nuevo nuestra sed cada vez a niveles más profundos. Al fin, es la
sed de amor que parece insaciable o que solo se podrá saciar con el abrazo de
amor de Dios. Quizá es lo que nuestra sociedad más necesita: “Si conocieras el
don de Dios y quién es el que te dice ‘dame de beber’, le pedirías tú, y él te
daría agua viva”. Invitemos a beber de Jesús, bebamos de su Espíritu que en
nuestro interior es como un manantial de agua que salta sin cesar hasta una
vida eterna con Dios y los hermanos.
J.V.T.
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Imagen: Cristo y la samaritana, M. I. Rupnik.
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