¿De qué hablamos cuando decimos Espíritu?
¿Hablamos
de algo real cuando hablamos de espíritu o espíritus? ¿Qué es la realidad? Al
menos, realidad es el cosmos en que vivimos. Pero en esta afirmación
necesitamos distinguir entre cosmos y nosotros que hablamos del cosmos y de
nosotros que nos hacemos preguntas como ¿qué es la realidad? O ¿qué es real? El
cosmos es últimamente energía y materia en evolución, ¿pero se trata de un
cosmos material con Espíritu? ¿Universo en Expansión, enfriamiento, agujeros
negros, reinicios, multiverso, etc.? ¿Teorías o hipótesis sin teleología, o
sea, sin finalidad última?
¿La vida humana puede sobrevivir sin
sentido ni finalidad? Expertas del sentido y trascendencia eran las religiones
o las culturas. En los últimos tiempos hemos tomado conciencia de nuestras
sociedades pluriculturales y han nacido distintos posicionamientos:
interculturalidad, multiculturalidad, y últimamente hiperculturalidad
(Byung-Chul Han). Se habla de hiperculturalidad porque todo lo cultural, donde
quiera se halle o se exprese, no sólo es respetable, sino interesante,
visitable, paseable, intercambiable, en un viajar interminable sin necesidad de
identidad definida ni acabada.
Si en estos días estamos apelando al
Espíritu, ¿deberemos, entonces, acabar acumulando Babel y Espíritu?
¿Disgregación y congregación? ¿Expansión y concentración? ¿Pluralidad y unidad?
¿Diferencia e identidad? La respuesta debería ser científica y humana. Y no
existe la pura ciencia para responder. Quienes responden, son sólo los seres
humanos que hacen ciencia, sin dejar de ser personas por su “libertad y
corazón”, por sus “conocimientos y su conciencia”, que es una forma de decir
“personas con espíritu”. Sí, somos “espíritu en el mundo”, porque somos
distintos de todo lo que es meramente mundo. Somos más que mundo, porque el
espíritu nos abre al horizonte de lo ilimitado, y somos menos que mundo, menos
que otras realidades de este mundo cuyas fuerzas nos pueden, porque también
somos espíritus limitados. Y, sin embargo, espíritus libres, dignidad que
trasciende todo, insobornable e indestructible.
Muchos no creen en nuestra dignidad
espiritual que trasciende la realidad toda de este cosmos, y piensan que lo que
llamamos dignidad se reduce a su base bioquímica en el cerebro y el sistema
corporal biológico que lo sostiene. Nosotros, humanos y cristianos, afirmamos
nuestra dignidad espiritual como personas humanas, por la experiencia del
Espíritu Santo que alentaría en toda la creación, que habló por los profetas en
la historia de Israel, que llenó al galileo Jesús de Nazaret y que fue
derramado en los corazones de sus discípulos cuando les estaba dejando.
Los cristianos fuimos bautizados,
aprendimos de memoria que éramos templos del Espíritu Santo. Pero ¿sabemos de
qué hablamos? Ahora se nos pregunta, ¿habéis recibido el Espíritu Santo? Ante
esta pregunta ¿qué contestaríamos? ¿En qué notamos que el Espíritu nos habita?
¿Somos dóciles a sus inspiraciones íntimas? ¿Hemos aprendido a “discernir”
entre las motivaciones del Espíritu Santo y los movimientos del corazón que nos
asaltan desde los espíritus del mundo que nos rodean? ¿Somos nosotros los que
vivimos o nos viven? ¿Somos nosotros los que, consciente y responsablemente,
decidimos sobre nuestras vidas, o son otros los que dirigen nuestras vidas,
haciéndonos creer que somos libres, eligiendo lo que ellos nos ofertan elegir?
El Espíritu de Jesús, Espíritu de
Dios, es Espíritu de la verdad, la verdad que nos hace libres, en contraste con
tantos otros “espíritus” o vendedores (marketing) de productos o de ideas que
nos engañan, diciéndonos que somos libres eligiendo lo que ellos, tentadora y
amenazadoramente, nos ofertan. ¿Entendemos ahora lo que significa el
“discernimiento de espíritus”? El Papa Francisco insiste en el discernimiento.
Es todo un aprendizaje en el que hay que entrenarse ante tantas ofertas e
informaciones de todo tipo, que nos tientan a no pensar y consumir sin más, por
los estímulos con que nos atraen.
J.V.T
Imagen: Santísima Trinidad (entre 1422-1428), Andréi Rubliov. Galeria Tretiakov, Moscú.
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