Humanidad sencilla



(A propósito de Mt 11,25-30):
Hay algo en la gente sencilla que te atrae, que deseas para ti y quisieras ser como ellos; una humildad que te seduce, una bondad que es belleza y te enamora. Algo santo y fraternal que te acoge, algo inocente que te desconcierta y conmueve. Algo tan necesario como es la confianza. Sospechas que Dios debe estar en ellos o viceversa, incluso quienes dicen no creer también lo piensan; yo pienso que viven “esas cosas” que les ha revelado, “esas cosas” de las que habla Jesús y son Él mismo.

Gente corriente que carga con el yugo liberador y el peso leve de Dios, que ha dejado las viejas costumbres y los cansancios, las creencias heredadas o impuestas que deforman el corazón, para comenzar una nueva vida sujeta -fieles pero libres- a ese yugo que los convierte en verdaderos hijos de Dios. Quizás lo llevan más por amor que por fe, quizás el amor es otra manera de entenderla. Un yugo que parece un abrazo. 

He oído decir que el hombre se convierte en lo que contempla, aprendieron de Jesús a cargar la cruz y el corazón más humano les late manso y humilde. Y apasionado.

Hay algo en la sencillez que la veo como una nueva profecía, algo en la gente sencilla que sencillamente pone al mundo en crisis, ¿no?

carminis

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Imagen: Sobre tierra sagrada, David Robinson.

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