Sabiduría y discernimiento para hacer lo que es de justicia
(Domingo XVII del Tiempo Ordinario)
¿Qué es lo que podemos pedir a Dios? En la historia de las culturas y de las religiones los humanos no han dejado de dirigir sus oraciones al cielo, a los dioses, espíritus o a Dios. Lo más común era pedir por la salud de las enfermedades y por la fertilidad de las tierras y de las mujeres. También se les invocaba para la victoria sobre los enemigos. Y era muy importante conectar con las energías divinas en los tránsitos, cuando muere el año viejo, en la iniciación en la vida de los adultos y en los cambios de estado, hasta cuando llega el tiempo de la muerte. Religiones y plegarias van de la mano.
Con Jesús, su Espíritu nos anima a invocar a Dios en confianza como dirigiéndonos a nuestro Padre. Pero sin olvidar nuestras necesidades, el pan de cada día y el perdón y vencimiento de las tentaciones, dirigimos nuestras plegarias y deseos a la santificación de su nombre, a la llegada de su reinado de justicia, amor y paz, y a que unamos nuestra voluntad a la suya de modo que logremos lo más que podemos ser con Él, humanos en plenitud de vida y amor.
Pablo se dio cuenta de que no
sabíamos pedir bien y el Espíritu de Jesús venía en ayuda de nuestra debilidad
para pedir lo que más nos conviene. El ser humano no siempre acierta. El
reinado de Dios entre nosotros nos parece un misterio escondido, como un tesoro
escondido, una perla preciosa que no todos dan con ella, como una recogida de
peces de todo tipo que hay que saber valorar para quedarte con los buenos…
Son las parábolas de este domingo.
“¿Habéis entendido todo esto? Ellos contestaron: Sí”. Pero no está claro que
ellos, ni nosotros, entendamos bien a Jesús. Hay que ejercitarse con el
misterio del reinar de Dios. De él, hay cosas que entendemos y otras que nos
desconciertan. Entrar en el ámbito del reinar de Dios, vivir en el medio
ambiente divino de su Espíritu Santo, hacerse discípulo de Jesús, dice que se
parece a “un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo
antiguo”. ¿Lo comprendéis?
En efecto, entiendo que se nos está
pidiendo que nos ejercitemos en el discernimiento. Los fieles católicos no
están iniciados en ello. Cuando Jesús un día se dirige Jesús a los fariseos en
Lc 12,57 preguntando: “¿Por qué no juzgáis por vosotros
mismos lo que es justo, lo que es de justicia? Los fariseos y los católicos
preguntan por lo que está mandado, normas o leyes. Y Jesús nos pide que ante
Dios nuestro Padre y conociendo su Evangelio, deberíamos discernir en su
Espíritu acerca de lo que es de justicia, y arriesgar ante Dios nuestra
libertad, dispuestos siempre a corregir si con su luz vemos que estábamos equivocados.
Salomón acabó mal en su reinado,
pero la tradición lo venera porque al parecer comenzó bien, pidiendo a Dios
sabiduría para gobernar con justicia y discernimiento. El redactor de estas
historias antiguas, escritas hacia el s. V antes de Cristo, es ya muy sensible
a la oración que agrada al Señor: “Por haberme pedido esto y no una vida larga
[la salud] o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus enemigos,
sino inteligencia para atender a la justicia […] te concedo un corazón sabio e inteligente”.
El corazón que entiende, discierne según el Espíritu de Dios.
J.V.T.
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Imagen: La oración de Salomón (1956), Marc Chagall.
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