La duda

(A propósito de Mt 14, 22-33)

Parece la escena de una película de suspense: es de noche, el mar está revuelto, unos hombres asustados en una barca ven a alguien venir hacia ellos caminando sobre las aguas. «¡Es un fantasma!», gritan sobresaltados, y el miedo, más todavía, se apodera de ellos, ignoraban lo que escribió un poeta siglos más tarde: «donde hay peligro crece lo que nos salva»1. Volviendo a la dramática escena, les cuesta creer lo que escuchan: «¡Ánimo, soy yo, no temáis!». Entonces, uno de ellos, Pedro, pidió una prueba que perdió él mismo, supongo que falló la confianza ciega porque miraba y dio demasiada importancia a la tormenta, unos pasos sobre el agua y se hundía cogido a su temor de piedra; los psicólogos dicen que somos vulnerables porque somos emocionales. «¡Hombre de poca fe!», le dijo Jesús, mientras lo rescataba de su duda, de la angustia por lo que no se controla; más tarde supo que la fe y el amor nos vuelven ligeros. Como ligera era aquella brisa en el monte Horeb, como Dios le llegaba a Elías. Finalmente lo entendió el profeta.

Pero no es ningún argumento de película, ninguna historieta, fue una vivencia, más que eso, una experiencia que, sin perder realismo, con la posibilidad de dudar esta vez yo, trato de hacer mía.

carminis

-------------------------------------------------

1 Hörderlin.

Imagen: Niños en el mar (1909), Joaquín Sorolla.

Comentarios