La fe seductora

Entiendo a Jeremías, la fe se parece al amor, creer es amar, la fe un enamoramiento. Después me llegó el desengaño como si Dios fuese un hombre, consideraba perjudicial creer, un penoso ir contracorriente. Incomprensión, dudas, decepción, queja. ¡Vaya manera de complicarse la vida!, lo mejor era dejarlo estar, descreer u olvidarle. Fui víctima de mis expectativas e intereses.

Nadie dice que amar sea fácil, y amar a Dios no es fácil pero sí verdadero. No sé exactamente qué significa verdadero, solo decir que cuando le has amado ya es tarde para dejar de amarle porque Él no deja de hacerlo, y discretamente me permanece y ama, y, aunque el mundo se me cuele a diario con sus cosas mal hechas, sus voces de sirena y el embrutecimiento me alcance, lo que sé de Él es mi tendencia a la ternura, cómo me seduce la humildad y me enamora la bondad. En lo sencillo veo toda su belleza.

Creo que como al viejo profeta, también a mí me desconcierta este Dios que ama con su Espíritu y su Palabra, que habla de cargar cruces y negarse a sí mismo para seguirle, de perder la vida por Él para encontrarla. Le sigo desconcertada, a veces desanimada, pero no desenamorada.

 carminis

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Imagen: Llanto del profeta Jeremías en las ruinas de Jerusalén (1870), Ilya Repin. Galería Tretiakov, Moscú.

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