Sin entrañas compasivas no entenderemos la justicia de Dios
También el evangelio del domingo (Mt 21,28-32) se refiere a los que dicen de palabra que “sí” y luego es que "no". Tantos que tienen a Dios en la boca y le defienden, pero sus obras no acreditan lo que predican y, en verdad, le están diciendo que “no”. Y abre la mirada hacia quienes en principio dicen “no” a Dios o a Jesús, o a su Iglesia, y luego “hacen” lo que es la voluntad de Dios sobre los hombres. Quienes viven sujetos al poder del mal en ellos, pero son capaces de sentir compasión y misericordia, están haciendo ya la voluntad de Dios, aunque aún no se hayan liberado del mal.
Por eso, a continuación, escuchamos uno de los dichos auténticos de Jesús más escandalosos para nosotros los cristianos que estamos por él: escuchar que los publicanos y las prostitutas puedan adelantarnos en el reinado de Dios. Los “publicanos”, los públicamente pecadores, recaudadores de impuestos que abusan injustamente de los que deben pagar el impuesto al imperio romano de ocupación. Las prostitutas, que no tienen inconveniente en ofrecer su cuerpo por dinero. ¿Cómo es posible que Jesús nos compare? ¿Tan grave era lo que Jesús contemplaba en los que le escuchaban y no sentían como Dios?
Jesús considera muy grave que los que se consideran justos o fieles a Dios no sientan la misericordia que Dios siente con los pecadores. Esta dureza de corazón es peor que el pecado de algunos publicanos o prostitutas que desde su infierno pueden dirigir hacia Dios sus ojos llorosos. Su esperanza en la misericordia de Dios es mayor abertura a Dios que la que permite la cerrazón del corazón de algunos fieles, que en su supuesta justicia juzgan y condenan a los pecadores.
San
Pablo nos indica el camino mejor de la vida, tener los mismos sentimientos que
tuvo Jesús de Nazaret, si nos identificamos con Él podremos vivir, entregarnos,
y hasta morir por los hermanos, para la vida del mundo, para su redención.
Tener los mismos sentimientos de Dios…, ¿es esto posible? Dios, mirando la faz de
la tierra y cómo abunda la maldad, se compadece de sus criaturas humanas, y
antes del juicio y condenación, se ofrece a sí mismo en Jesús para rescatarlas
del mal, y enseñarnos así el camino de la redención: se despojó de su categoría
divina, se nos mostro como uno de nosotros, tomó nuestra propia condición
humana esclavizada por el poder del mal, pasó por uno de tantos, y actuando
como un hombre cualquiera, cayó en un conflicto mortal bajo los poderes del mal
y murió en una cruz.
Y
volvemos al principio: ¿Es justo o no es justo el proceder de Dios? Su justicia
privilegia el salvar al ser humano y no condenarlo. El modo de ejercer su
justicia es identificándose con la causa humana hasta caer en la lucha contra
el poder del mal. Tanto nos debería doler el pecado del mundo que no nos
deberíamos atrever a juzgar ni condenar a las personas esclavas del poder del
mal; en cambio, nos deberíamos alegrar con que Dios se apiade de ellas,
despertando el mismo sentimiento de piedad en nosotros.
J.V.T.
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