Trabajo honrado
(A propósito de Mt 20,1-16):
No se trata desigualdades, de relaciones
económicas y laborables. Me considero una trabajadora de la viña del mundo, el
trabajo consiste en invitar a otros a trabajar en ella, lo llaman evangelizar,
digamos que soy una recadera de Jesús, a través de mí Él los invita a que
conozcan al propietario de la viña, y trabajemos y disfrutemos juntos de/en
este trabajo que nos oferta, que no tiene en cuenta horarios ni antigüedad, no
hay primeros ni últimos, la competitividad no se negocia. Como convenio
colectivo, todos reciben la misma paga aun si se incorporan tarde.
También a mí me invitaron trabajadores de la
primera hora para conocerle y trabajar para Él. Felizmente, decidí aceptar el
contrato, es decir, el Evangelio, y aunque la faena pueda parecerme incierta,
no sepa bien qué he de hacer ni si sé, o si significa de algo o de nada, entiendo
que va de Dios y no de mí (de lucirme yo), que es un trabajo en equipo con su
Espíritu.
La fe hace que esto sea una aspiración de mi ser, el convencimiento de que he de hacerlo, que “ni ya tengo otro oficio” como dice Juan de Yepes; de recibir mi sustento: mi jornal de esperanza, mi remuneración de amor
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