Invitados a la fiesta
(Mt 25, 1-13)
La vida del
cristiano pide atención y prudencia, actitud despierta y de
búsqueda, creatividad y fidelidad a Dios y a su creación; todo cuanto se resume en la palabra bíblica
de la “Sabiduría”. Es lo que nos enseña Jesús hoy con su parábola sobre las
doncellas prudentes y las necias. Todas aspiran a participar en el banquete de
bodas. Este banquete es la celebración de la Alianza de Dios con los hombres,
que tiene ya su historia, y conocerá su culminación festiva con nuestra
participación. La invitación al banquete la recibimos cuando Dios nos llamó a
nacer, por medio del amor o de la necesidad de nuestros padres. Dios ya nos
destinó a la fiesta con él, con sus hijos y su renovada creación. Eso que
muchos llaman Cielo. Entretanto, transcurre nuestra vida en libertad, con
nuestra inteligencia y voluntad, y con la ayuda de todos con los que nos
relacionamos.
Debimos y debemos aprender a amar con nuestra libertad, de lo contrario, podía frustrarse nuestra participación en la fiesta de las bodas. Para ayudarnos, Dios envió a Jesús, su Hijo en persona, el Hijo de su amor, en quien cumplía y sellaba la nueva y definitiva alianza con los hombres, destinándonos a ser hijos en el Hijo y hermanos entre nosotros. Filiación y fraternidad.
Y aquí viene la advertencia de este domingo. Dado que la fiesta de las bodas, la de la Alianza definitiva de Dios con los hombres, el abrazo total y definitivo que ahora tanto echamos de menos, pide nuestra participación activa y libre, necesitamos de la Sabiduría para no errar y frustrar nuestra vida, la fiesta. La sabiduría que necesitamos no consiste tanto en multitud de conocimientos o estudios, sino, como decíamos, atención y prudencia, actitud despierta y de búsqueda, creatividad y fidelidad a Dios y a los hombres.
¡Participación activa! No basta ser cristiano pasivo, por
inercia, por herencia, sin interesarme por ser consecuente con mi fe,
coherentes hijos de Dios y hermanos entre nosotros; ¡vamos!, sin suficiente
aceite en las lámparas para la fiesta de bodas. Les faltó previsión, prudencia,
sabiduría, conciencia del para qué vivían. Iban a cumplir, sabían que había una
boda, fueron; pero no compartían la alegría y el amor al Esposo y la Esposa, su
Iglesia, la humanidad convocada por Dios. Les faltó el aceite y aunque cumplieron
con antelación, el cumplimiento no les bastó para participar en la fiesta.
Lo de Jesús pide algo más que cumplir, pide amor, devoción, entrega, anhelo, espera y esperanza, estar despiertos, aprender a verlo en los hermanos, celebrarlo con los suyos. A unas bodas no se va por compromiso, sino por el cariño compartido. Pidamos la Sabiduría, estar despiertos, en vela, ¡anhelos! que orienten nuestra vida y la llenen de sentido.
J.V.T
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Imagen: Las doncellas prudentes, iglesia románica de Sant Quirze de Pedret (Barcelona), s. XI-XII.
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