2º Domingo de Cuaresma
El Dios de las Alianzas
eleva pedagógicamente al ser humano a su nivel de dignidad y espera que
responda a ese nivel, como Jesús.
La Iglesia nos propone en las
lecturas bíblicas de los domingos para esta Cuaresma seguir la historia de
las Alianzas. Dios busca la alianza con nosotros, hombres y mujeres; eso
significa que toma en serio nuestra libertad. Una alianza se da entre seres
libres y conocedores de lo pactado. Las lecturas de esta Cuaresma nos van
llevando de promesa en promesa, de alianza en alianza, de corrección en
corrección y de plenitud en plenitud. Si nosotros fallamos, Él permanece fiel
y vuelve a intentarlo a un nivel más pleno. Por eso, no acaba de ser un pacto
entre igual capacidad de pactar, más bien, Dios siempre nos regala la posibilidad
de comenzar de nuevo, pero busca nuestra vinculación libre y, para ello, ayuda
a comprender mejor, corrige nuestras imágenes de lo divino o de Dios.
Los hombres creían que un
diluvio era castigo de los dioses; en cambio Dios dice no haberse arrepentido
de habernos creado, y nos da el arco iris como señal de bonanza, detrás de cada
tormenta que suframos. Los hombres creían que los dioses pedían el sacrificio
del hijo primogénito, pues la vida sólo podía venir de la divinidad y justo era
reconocérselo; en cambio, Dios dice a Abrahán que no lo haga, que su hijo Isaac
era hijo de la promesa, y que le bastaba su gesto de fe y entrega, dispuesto a
la renuncia de lo que humanamente más amaba. Abrahán se fiaba del Dios de la
promesa, más allá de que se cumplirá su promesa como él esperaba. Así pues, la
voluntad de alianza de Dios con los hombres seguía, y la promesa de su
cumplimiento se concretaba ahora en los descendientes de Abrahán, por la fe.
Y ¿qué escena propone después de haber contemplado el díptico del Jordán/Bautismo y del
Desierto/Tentaciones, en domingos anteriores? El Jordán y el Desierto fueron
ocasión para la plena revelación de la identidad de Jesús, como Hijo amado del
Padre hecho plenamente humano, hasta sufrir tentaciones como nosotros, porque
nuestro conocimiento y libertad son finitos, somos criaturas.
Hoy (Mc 9,2-10), una segunda escena viene a complementar la primera: la de la Transfiguración, revelación de su filiación divina en la intimidad de los tres discípulos más íntimos de Jesús. Sí, pero con el aviso de mantener el secreto mesiánico hasta que con su muerte y resurrección se manifieste como fue Mesías Jesús. Porque no se iba a comprender a Dios si no se comprendía que el Reinado de Dios asumía el rechazo de los hombres, su pecado; y que lo vencía y lo redimía; lo salvaba, porque su amor perdura eternamente.
En este segundo domingo de Cuaresma, contemplamos que la promesa de Dios lleva toda la garantía de Dios y
la historia de esperanza que Él había iniciado con los hombres: ahí están
Moisés y Elías, la Ley y los Profetas para recordarlo. Es la historia que
muestra la condescendencia, pedagogía y fidelidad de Dios con nosotros. Ahora
con Jesús, esa condescendencia, pedagogía y fidelidad se iban a radicalizar y
mostrar más plásticamente todavía. Desde Abrahán a Moisés, a David, a Jeremías
y Ezequiel, hasta Jesús, contemplamos un caminar de promesa en promesa, de
alianza en alianza, de corrección en corrección (pedagogía), de fidelidad en
fidelidad y de plenitud en plenitud. ¡Maravilla de pedagogía, la de Dios
nuestro Padre y Padre de Jesús! Hoy hay que contemplar la maravilla, y seguir
dejándonos reeducar por Dios; nos irá mucho mejor.
J.V.T.
Imagen: monte Tabor (Israel).
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