En el primer domingo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a meditar con la
Palabra de Dios, sobre el alcance universal de la Alianza que Dios quería
establecer con los hombres. En el relato del diluvio se nos dice que Dios no se
arrepintió de haber creado a los hombres, a pesar de haber usado su libertad
contra la voluntad de Dios, porque Él podía reconducir las cosas, dando lugar y
tiempo para el arrepentimiento. Y también se nos anuncia que la Alianza buscada
por Dios desde su Creación es de alcance cósmico universal, busca a todos los
hombres, busca a cada ser humano. Si el mundo no lo creó acabado, su Cielo
tampoco estaba acabado, su Cielo es la comunión de amor que forma Dios y sus
criaturas. El Cielo es la Alianza de amor entre las personas divinas que son un
solo Dios con sus criaturas espirituales y las personas humanas, que colaboran
con el creador con el trabajo de su libertad en justicia y amor. Por eso hoy se
nos anuncia la Alianza cósmica con la señal del arco iris, bonanza después de
toda tormenta.
El plan de Dios era bueno, es bueno y
nuestra libertad no lo frustra, todo es cuestión de crecimiento, de aprender de
los errores, de comprender lo que verdaderamente nos hace felices haciendo
felices a los demás. Por eso, hoy Jesús, al comienzo de este camino cuaresmal
nos dice que Él como nosotros experimentó también las tentaciones, se sintió
tentado por lo que puede tentar a un ser humano, pero no cayó en ellas, para
ayudarnos a no caer. Jesús nos dice que creyendo en su Evangelio y
convirtiéndonos a Dios podremos vencer toda tentación que nos separa de
nuestros hermanos por satisfacer nuestro egoísmo. Si nos cuesta, a Él
humanamente también le costó, pero por el amor del Padre y por amor a nosotros
fue venciendo las tentaciones.
La
primera carta de Pedro nos recuerda hoy que, siendo y actuando así Jesús, lo
vemos sin pecado y, no obstante, como era hombre, lo mataron, porque con su
coherencia y su revolución de amor llegó a molestar tanto a los jefes de Israel
que decidieron eliminarlo. Pero con su resurrección Dios nos reveló que estaba
personalmente implicado con Él, porque era su Hijo. Con Él Dios tendía su mano
a todo hombre que venía a este mundo, no solo a los que vinieron después de
Jesús sino también a los vinieron antes de Jesús. En la humanidad de Jesús
buscaba la reconciliación con cada una de sus criaturas humanas (es lo que
llamamos “descenso a los inferos”, al lugar de los muertos que esperaban su rescate).
J.V.T.
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