La Palabra de Dios ilumina nuestra vida mortal

Sabiduría 1,13: Dios no ha hecho la muerte, ni se complace destruyendo a los vivos… Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser. Nacer, crecer, decrecer y morir, pertenece a la naturaleza de esta creación en evolución, nada es eterno. Pero el ser humano siente que el morir sin más no es lo natural de su naturaleza. Somos muchos lo que sentimos que no es natural que el hombre muera, pues sentimos que no debíamos morir, aspiramos a ser siempre, como resulta de muchas tradiciones o culturas religiosas que han apelado a alguna forma de inmortalidad del espíritu humano.

No obstante, también los sabios bíblicos en otros momentos reflexionan en lo inevitable de la muerte, en lo cortante que resulta de modo que no imaginan la vida actual después de la muerte, y que desde el lugar de los muertos no se puede ya alabar a Dios. Esto significa darle toda la importancia al momento presente permaneciendo en fidelidad al autor de la vida. No ignoran algunos textos la fatalidad trágica de la muerte para el ser humano, y alguna vez se nos dice que con el pecado nos vino la muerte. No es necesario imaginar que el morir natural proviene de un castigo por el pecado del hombre. Pero sí que es cierto que el pecado es el que revela el rostro más trágico del morir humano. Hablamos del pecado como desvinculación del Creador, el autor de la vida, y la decisión de ser uno autosuficiente y garante de su vida. Este pecado es el que hace que toda amenaza mortal sea vivida como amenaza total sin esperanza, frustración de mi soñada omnipotencia. Es la tragicidad de la muerte.

Al menos, el sabio que escribió: “Dios no ha hecho la muerte, ni se complace destruyendo a los vivos… Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser”, al menos este sabio de Israel resitúa al hombre ante su tragedia, para que piense más allá de las consecuencias de la historia de pecado de los hombres, y se abra al Dios de la Vida, el verdadero garante de su vida, más allá de toda muerte.

2Corintios 8, 7-15: Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza. No se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces, se trata de igualar. En este momento vuestra abundancia [en bienes] remedia su carencia, para que la abundancia de ellos [en fe y amor] remedie vuestra carencia. De nuevo, la Palabra de Dios ilumina nuestra vida real.

En efecto, donde abundó el pecado sobreabundó la gracia de Dios, gracia que es perdón y amor; amor que le llevó a abajarse y asemejarse a nosotros: “Siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza”. Nosotros nos evadimos de la vida real que nos toca; deseamos escapar de nuestras pobrezas y no reconocerlas, taparlas como sea y negarlas. En cambio, Jesús nos enriquece con su pobreza, con su hacerse humano como nosotros. Con su humanidad, la nuestra ha sido enriquecida, ennoblecida, dignificada: sea cual sea la situación humana, el ser humano recibe su dignidad de “hijo de Dios”, que nada ni nadie se la podrá arrebatar. No tengas miedo de amar y ser generosos, porque no se te destina a pasar estrecheces, se te destina y se te llama a tratar a los demás como te gustaría te trataran a ti. Se trata de igualar y de reconocer que los otros también son hijos de Dios, como tú.

Marcos 5,21-43: Una mujer, con hemorragias incurables, piensa que con solo tocar a Jesús curará. Y Jesús cuando se da cuenta le dice: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, queda curada de tu enfermedad”. La rescata de su situación de impureza legal y la reinserta en la comunidad de fe que está creando Jesús, llamándole “hija”, hija de Dios, mujer de fe grande. Y ante la hija del jefe de la sinagoga, Jairo, que se muere, Jesús dice: “La niña no está muerta, está dormida… La tomó de la mano y le dijo: Talitha qumi, contigo hablo, niña, levántate. Se levantó… y dijo que le dieran de comer”.

Jesús, pues, no ve la tragedia de la muerte, la niña “está dormida”, dice. Confirma la intuición del sabio cuando dice que Dios no ha hecho la muerte, sino que nos quiere para la vida, y ésta incorruptible, con Él. Por eso, tenemos tan gran libertad, solo cada persona ha de descubrir su no estar abocada a una muerte fatal y total. Nos liberamos del temor a la muerte, ésta quedará en este mundo finito. Hay mucho que vivir y estamos hechos a imagen de Dios, para una vida incorruptible. Y Pablo nos ha dicho que Jesús, con su pobreza puede enriquecernos. El estilo es el de abajarse, como Jesús que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Con la pobreza y humildad de Dios, que viene a nosotros, hemos visto un camino de vida eterna que traspasa la muerte, una vida en Dios, la única digna del ser humano, que comienza ya aquí y ahora.

J.V.T.

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Imagen: Dos figuras (1904), Pablo R. Picasso.

 

 

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